Querido Tío Vladi, te escribo desde la desolada habitación en la que estamos sólo mi laptop con la última versión de Corel Draw y yo. La angustia me destroza el alma y es que no hay mayor dolor que el que ahora padezco, yo, diseñadora gráfica profesional graduada con honores del IPAD, o sea, manya; frente a un mercado laboral y un jefe que no valoran mi talento que ya lo quisiera tener Mark Zuckerberg en su compañía del Sillicon Valley.
Tío Vladi, recurro a ti porque eres la última luz al final del túnel de mi portafolio en Behance.com. Yo que le dediqué mi vida, mis madrugadas y mis actualizaciones descargadas, a ser la mejor diseñadora gráfica del mundo. Estudié con esmero y pasé cada semestre y clase de Teoría del color, Fundamentos visuales, Semiótica e Historia del Arte. ¿Para qué? Para sufrir.
Como todo egresado de esta noble carrera, salí en búsqueda del éxito, tratando de ubicar ese lugar en el que pueda demostrar mi destreza con el Adobe Illustrator frente a un ordenador. Y sin tardar demasiado, ya había conseguido chamba, sin tener que pasar por vender software en CompuPlaza. No obstante, toda ilusión murió cuando el día a día mostró su verdadero rostro. ¡Y no! No se trataba sólo de que me pidan modificaciones a un diseño, en plena juerga de un sábado para la mañana del domingo siguiente, ¡No! No podía creer que mis sueños de Designer se esfumaban cada vez que me enviaban a por los mandados.
“Ana Paz, ¡Corriendo, hijita! Ve al centro para recargar los toners de la multifuncional, por favor. Cuando regreses me dices lo que te costó”, era el mandato constante que asesinaba mis anhelos. Cada vez que abordaba el bus, entre pisadas y empujones, mi vocación se marchitaba. ¡Ay, Tío Vladi! Eso no es nada… Al cabo de medio año, había acumulado tantos viajes a Wilson, que hasta el cobrador de la ruta me pidió que le diseñe los polarizados de su combi tonera. “Hijita, usted que es diseñadora, ¿me podría hacer un diseño bien bonito para mi parabrisas? Quiero que diga: Aldair y Jeanette, mis dos amores”, me pidió el chofer, en alta resolución.
Han transcurrido varios meses, casi un año, y ya no soporto el olor a impresión de banners en las galerías de la avenida Garcilaso. No quiero enrollar una gigantografía más, luego de esperar la regalada gana de esos patitas que me hacen esperar tanto en los talleres mientras se empujan su seco de res al lado del ordenador. No puedo. Te escribo este mensaje buscando una ayuda, mientras espero que esta vez sí me incluyan en planilla para dejar de ser esa chica, joven talento, que ya no quiere más canastas y panetones como pago.
Consejo del Tío Vladi
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Querida Ana Paz, sweetheart, no sabes la tristeza que me embarga al leer cada línea de tu carta. Se me desgarra el corazón, pero debo decirte aunque la vida sea difícil, no debes de perder la fe. Si no, mira a Joaquín Ramírez, todo un ejemplo ese conchasumare. Aunque es triste ver cómo se maltrata a una joven promesa, mientras Kenji por decir huevadas en el congreso, recibe veinte palos mensuales; debes de buscar la salida que ponga en vitrina tu capacidad. Podrías empezar por vender carátulas para monografías escolares, o mandar tu cv a Panini. Quizás el diseño del próximo álbum del mundial, sea tu oportunidad para brillar. Mientras tanto, si es que te interesa, puedes venir a mi casa para ayudarme a formatear la PC. Anda pesadita y los tutoriales ya no me sirven. Te quiere, Uncle Vladi. Kisses.