“Ejecutivo fortalecido, crisis de partidos políticos, espíritu conciliador continuidad del modelo neoliberal”, repite ansiosamente el politólogo. Nunca se había alejado tanto de una ciudad. Recuerda que una vez sus padres, prominentes científicos sociales, lo habían llevado de trabajo de campo a Huancayo. “Tenía 15 años y era vacaciones de verano”. Vomitó, tembló y tuvo diarreas incesantes debido a que había consumido una pachamanca mutante en el distrito de Chilca. “Nunca más me alejo de Lima”, juró esa noche que volvió en Cruz del Sur a la capital. “Crisis de partid…”, su reflexión se vio abruptamente interrumpida cuando Agustín Huillca, el alcalde de Chuchanamarca empezó a gritar alegremente: “¡DOCTOR, BAJESE! ¡BAJESE, DOCTOR!” “¿Es urgente, señor Huillca? Aquí estamos bien, ¿para qué vamos a bajar? Hay que seguir”, respondió parsimoniosamente el afamado politólogo.
“¡BAJESE, CARAJO! ¡QUE HEMOS LLEGADO A CHUCHANAMARCA! ¡ALLÍ ESTÁ!”, es lo último que escuchó cuando de repente se desmayó. La altura, el hambre, la sed y diez horas de viaje entre pasajeros ocasionales (señoras, niños y comuneros) habían mermado la frágil salud del anónimo limeño. Pensó que Agustín le proveería de agua y comida durante el viaje “Le he hecho un giro en el Banco de la Nación. Con eso me atenderá bien”, pensó erróneamente. Huillca se cagó de risa al ver al científico social babeando y llorando. Los restos de sus vómitos habían ensuciado su casaca de plumas de ganso. La camioneta se estacionó frente a una pequeña bodega de un pueblo rural. Allí en ese precario negocito los comuneritos aparte de comprar verduras, pollo y carne de res, podían recargar los saldos de sus celulares Bitel, Entel, Movistar, Claro y Virgin; también podían retirar y depositar dinero ya que había Agentes BCP, Scotia y BBVA. Un enorme letrero indicaba que allí se podía pagar los servicios de televisión satelital, agua, luz eléctrica y Easy Taxi. “¿Dónde chucha estoy?”, pensó el científico social. “¿Es acaso esto el paraíso? ¿Dónde quedó la ruralidad? ¿Esto no era una comunidad campesina?”, pensó mientras bebía un mate de coca. Sus manos temblaban. “Ya se pondrá mejor, doctor. Tenemos que ir la Municipalidad. Suba, por favor”.
La Municipalidad de Chuchanamarca es un edificio colosal. Su presencia ahoga y somete a las casitas de adobe y edificios circundantes. Está hecha de material noble, sus funcionarios pueden observar desde vitrales azules la cotidianidad de los chuchanamarquinos, tiene un ascensor, cinco baños y un lobby enorme. Son 5 pisos producto del canon minero y de la visión de sus autoridades. “Se podrá caer la escuela primaria. Las aulas se están derrumbando, no tienen agua ni luz. El centro de salud a duras penas atiende, doctor, las calles no están asfaltadas, el servicio de desagüe es precario; pero, doctor, nuestro palacio municipal refleja lo que somos los chuchanamarquinos”, le dijo orgulloso Huillca al politólogo. “Refleja lo que son, obviamente, unos cojudos”, pensó el analista político mientras ingresaba al palacio.
Después de un viaje tan agotador y trágico para la salud del politólogo, él tenía una pregunta muy importante que hacer. Esta pregunta le estaba carcomiendo el cerebro desde que salieron de la ciudad del Cusco. “Alcalde, tengo algo muy importante que preguntarle… ¿tienen wifi? ¿Me podría dar la clave, por favor?” El alcalde le dijo que sí, que se espere un ratito. Después de esperar unos quince minutos, la secretaria del alcalde le entregó un papelito con la clave del wifi. “MUNICIPALIDAD DISTRITAL DE CHUCHANAMARCA, CLAVE: LINDAFLORLIZETH123TEAMO”. Después de escribir la clave y acceder al internet, el científico social se conectó al Facebook y escribió en su muro: “Después de un viaje agotador entre montañas y compañeros de viaje ocasionales, llegué sano y salvo a Chuchanamarca. Quiero agradecer por sus comentarios y sus muestras de cariño. Ahora podré, por fin, iniciar mi trabajo de campo y así seguir conociendo más la realidad nacional – ME SIENTO EMOCIONADO – en Chuchanamarca”, posteó el estado con una fotografía de él mirando al horizonte y la Municipalidad de Chuchanamarca. “¿Está bien la foto, doctor?”, le preguntó la secretaria del alcalde a él. “¡Sí! ¡Está perfecta Lizeth!”. Así se inició el trabajo de campo de un politólogo.