Hoy habrá una marcha “en contra de la TV basura” organizada por entusiastas activistas. La idea es que ello servirá para protestar por el pésimo contenido de diversos shows y sobre las consecuencias de los mismos: una juventud y niñez idiotizada, con bajo nivel educativo y que vive una crisis de valores. Bajo el reclamo al respeto de estipulaciones legales relacionadas con el “horario de protección al menor” y el “fin educativo” de los medios de comunicación, se desea desterrar de una vez por todas los programas considerados como malignos para la sociedad.
En principio, el punto suena edificante. Además, las “contrapropuestas” a esa opción hasta ahora han sido risibles y patéticas. Así, por ejemplo, en su editorial, El Comercio ha salido a decir que éste es un problema de “la soberanía del control remoto”, en el sentido de que si un programa no es de tu agrado, pues no deberías verlo y punto. Nada más cagón e hipócrita. Para empezar, porque son unos conchudos: un diario que ha dedicado su vida a destruir el derecho de campesinos e indígenas para determinar libremente qué hacer con sus tierras o a impedir que los jóvenes aspiren a tener condiciones laborales dignas, ¿de pronto dice que esa soberanía sí es factible con la televisión? ¿O sea que si estás frente a una minera o frente a un empresario explotador que recorta tus derechos no puedes ser libre pero sí cuando al frente tienes a Mario Hart? ¡Qué tal concha, carajo!
elcomercio1
“Puedes decidir qué ver pero NI CAGANDO puedes decidir si una empresa debe cumplir con tus derechos laborales.”
Luego, porque el rollo de “si no te gusta, no lo consumas” es facilista y falso. Esto parte de la premisa de que las personas tienen TODAS las opciones del mundo disponibles y, por tanto, la capacidad de elegir lo que sea de su interés. Y, si no existe, el medio esgrime la cantaleta de “no es lo quiere el mercado”. ¿Perdón?, ¿cómo chucha saben qué es lo que quiere el mercado si aún tú no has probado todas las opciones? ¿Acaso la repetitiva Michelle Alexander sabe TODAS las opciones potenciales de la teleaudiencia? Es como darle pan con caca a alguien toda su vida y cuando otra persona reclama que por qué no se le da algo más rico sentenciar: “es que no me lo ha pedido”. Lo mismo sucede cuando a las 8 de la mañana uno repasa todos los noticieros nacionales y ve que en ellos solo se transmite la repetición de programas de mierda del día anterior. ¿De cuánto sirve la capacidad de elección si ésta está filtrada por idiotas que solo dan la misma basura?
Pero, entonces, si la discusión no puede resumirse a la elección del consumidor, si la solución no es cambiar de canal ya que ya hay empresas y personas que vician ese proceso al filtrar con su criterio ese “poder de decisión”, ¿por qué la alternativa sería el cambiar de programas de TV?, ¿por qué resignarse a jugar dentro del tablero de los medios de comunicación de mierda?, ¿por qué decirles “oye, tú, que me has dado caca todo el día y durante los últimos 25 años, ¿sabes qué? cámbiala, pues. Confío en que lo harás mejor esta vez”? Y, más aún, ¿por qué resumir el problema de la educación y la “protección al menor” a los canales de TV? Es como pedirle a Orión que solamente te cambie la combi asesina por una cúster o un bus y luego decir que arreglaste el problema del transporte cuando solo maquillaste su precariedad. Lo mismo se está haciendo con la educación de las personas: solo se está pidiendo que cambien el contenido más no el fondo de las cosas. Se está siendo extremadamente conservador (en el sentido de pedir poco o nada) en el alcance de la protesta y, encima, a partir de reclamos muy cucufatos (en el sentido de que hay una carga bastante homofóbica, misógina e intolerante en general).
“¿Conservadores e intolerantes? No, pues, Panfleto. Ni que se compararan con los nazis o con los de ISIS— oh”
“¿Conservadores e intolerantes? No, pues, Panfleto. Ni que se compararan con los nazis o con los de ISIS— oh”
Y es que pasar de un reclamo de consumidor a una protesta como ciudadano implica tomar el problema de la educación y la “protección al menor” no como un asunto de elección, de optar o censurar a tal o cual producto, sino como un problema de derechos ciudadanos. De dejar de lado el raciocinio que uno usa cuando escoge entre las papas fritas o la ensalada para acompañar el pollo a la brasa, para reemplazarlo por uno que decide arranchar más beneficios básicos a un Estado y una sociedad que aún no cumple del todo con gran parte de la población. De, por ejemplo, mejorar y masificar el acceso a una educación pública de calidad, donde directores, profesores y alumnos sean lo más importante y los mejores tratados del sector, o donde haya tantos centros comerciales como bibliotecas públicas, y donde las universidades dejen de ser fábricas de títulos a cambio de cinco años de hueveo y mensualidades. Dicho de otra forma: una cosa es hacer bulla por el poder de evitar que tu hijo vea calatos armando y desarmando vasitos de mierda y otra cosa es reclamar porque se le dé una educación que mejore sus posibilidades de crecer como profesional y persona. Porque así reemplacen todos los shows con 24 horas ininterrumpidas de Marco Aurelio Denegri, simplemente no hay programa de TV que te ayude a desarrollar un espíritu autónomo, creativo y de aprendizaje constante SIN que exista una escuela (y una familia) que lo fomente como la primera prioridad. ¿Qué nos hacemos con 100 mil shows culturales si seguimos siendo el último lugar en la Prueba Pisa? Marco Aurelio no enseña a leer, por si acaso. Más bien, se burla de aquellos que no lo saben hacer. Y con razón.
Marco Aurelio cada vez que ve la redacción de mierda de El Panfleto.
Marco Aurelio cada vez que ve la redacción de mierda de El Panfleto.
Pero si claramente el problema va más allá, ¿por qué hay tanta gente que, furibunda, reclama que saquen de su vista todo lo que le molesta de la TV y piensa que es el mejor paso para erradicar la mala educación en el Perú?, ¿por qué la gente se vuelve tan intolerante que, en nombre del combate a la ignorancia y la pereza mental, descalifican una tesis universitaria… sin haberla leído? Pues porque su protesta se define en juzgar de modo moralista los programas y, a partir de eso, calificarlos como buenos o malos. ¿Sale un homosexual? Malo. ¿Salen unos imbéciles que no saben responder preguntas imbéciles? Malísimo. Es decir, la protesta se basa en elegir contenidos y no en cambiar la forma en la que los niños y la juventud se educan. Acá la educación parece resumirse a un simple problema de mal gusto. Es por eso que la protesta no le jode a nadie más que a Peluchín y a los fachos con negocios debajo de la mesa (léase el Grupo El Comercio y los programas directamente afectados). Y es que está dentro del sistema que dice querer derrumbar. Si hasta los mismos medios que transmiten o rebotan las noticas de la TV basura les dan cabida.
Por ejemplo.
Por ejemplo.
La protesta no pica (hasta la cagada de Ollanta se ha sumado) porque en el fondo no pide nada sustancial. Y es que es más fácil asumir que somos una cultura decadente, y relacionar nuestra ignorancia con programas como Combate, que vernos como una sociedad que debe trabajar y reclamar por muchos problemas relacionados a la formación educativa real de los niños y jóvenes, desde el poco dinero que se invierte por alumno hasta la terrible pero naturalizada ausencia colegios públicos de calidad en el país. Dile a El Comercio que no te gusta Esto es Guerra y te responderá que cambies de canal. Dile que quieres cambiar de modelo educativo y hacer que éste no sea igual al lucro (como en todas las naciones desarrolladas) y te va a llamar comunista y pedirá tu deportación a Cuba. Dile a Perú 21 que te llega al pincho que Nicola Porcella gane 10 mil dólares mensuales y te dirá que no te metas en asuntos de privados. Dile que te parece inverosímil que un profesor de escuela pública gane poco más que mil soles y te tratará de senderista para abajo.
En última instancia, debe quedar claro que el entretenimiento no es el equivalente a la educación de su teleaudiencia pero que depende de ella para ser de buena calidad. No al revés. Por lo tanto, hacer “educativo” el entrenamiento pasa no solamente por mejorar los programas. Primariamente, pasa por mejorar y ampliar las referencias culturales de los que lo ven, así como su capacidad para producir arte que represente sus nuevos gustos y sensibilidades. Y para eso está la educación… en los colegios, universidades e institutos. Lastimosamente, el derecho a acceder a una formación de calidad es el gran ausente de una marcha más centrada en criticar gustos ajenos que en mejorar realmente lo que le damos como sociedad a la niñez y juventud. No obstante, lo único bueno que tendrá es que luego de esto, cuando estos programas de mierda ya no existan, ya no habrá excusas para no luchar por la educación de verdad, por esa cuyo contenido influye para siempre en la vida profesional y cotidiana de la gente, por esa que es más excluyente que el racismo que tanto nos gusta denunciar, ya que una cosa es que no te dejen entrar a una discoteca y otra que no sepas comprender el 95% de lo que lees durante toda tu vida. Es decir, por esa educación que realmente importa a la larga. ¿Verdad?, ¿verdad?
¿Verdad? :/
¿Verdad? :/