El pasado lunes, un grupo de jóvenes que protestaba contra la Ley Laboral Juvenil atacó a una periodista que cubría la marcha como parte de su labor informativa. Y, como era de esperar, aparecieron muchos preocupados por la paz y tranquilidad de Lima este país a decirnos que la violencia no se justifica de ninguna manera salvo que sean esos vándalos ociosos que les gusta protestar en vez de trabajar, menos cuando se trata de una mujer.
Es evidente que los manifestantes agredieron a la reportera no por ser mujer, sino por pertenecer a un canal del grupo mediático más abiertamente pro Ley Pulpín. ¿Que ella no es dueña de su medio? Ya. ¿Que ella no dicta la línea editorial? Ya. ¿Que ella solo cumplía su trabajo? Ya. Lo sabemos.
Aquí nadie va a justificar la violencia porque fue totalmente innecesaria y, ciertamente, abusiva [agarrar en mancha a una sola persona es bullying puro, chibolo pulpín, y lo sabes]. Pero hay un problema de fondo que varios colegas están obviando por diferentes motivos y conveniencias: el desprestigio del periodismo como institución a nivel nacional.
Nunca antes la prensa había sido tan montesinista sin Montesinos y tan proclive a denigrar reputaciones sin diarios chicha y sin Laura Bozzo. Al menos, con Fujimori recibían sueldo fijo. Ahora ni si quiera eso. Parece que tiraran basura gratuitamente, a ver si pescan un carroñero empresarial que se anime a contratarlos.
Seguramente, existen excepciones. Pero te podemos asegurar que esas excepciones ya no están en sus medios tradicionales. Muchos se refugiaron en internet o en publicaciones independientes para hacer periodismo de investigación. Y otros simplemente quedaron en la calle por mostrar un poco de disidencia contra el tenor neoliberal y amarillista que prima en las redacciones.
Por eso, amigo periodista, no te indignes si la gente empieza a calificarte de “prensa vendida, basura o carroñera”. Tienen razones y titulares de sobra para reprochártelo. Más bien, preocúpate por recobrar el respeto del público.
Un periodista que solo funge de escribidor de notas informativas, pero no es capaz de sacarle la vuelta a su medio para hacer respetar la verdad, jamás se ganará el respaldo de los lectores y de los televidentes. Asume un compromiso claro con la ciudadanía y con la historia, no con tus jefes, mujer y hombre de prensa. Ese es el verdadero trabajo periodístico que la gente sí respeta y reconoce.