Aunque parezca exagerado, la distancia que separa nuestra carrera universitaria de haber sido peones de una hacienda, a la orden de un omnipotente gamonal, es muy corta. Y te lo deseamos recordar porque el discurso oficial del país ha pretendido borrar del recuerdo de las y los jóvenes que si hoy podemos ir a un centro de estudios superior y no ser siervos feudales es porque hubo muchos procesos que nuestros padres, abuelas y bisabuelas llevaron adelante: tomas de tierras de haciendas, creación de escuelas rurales por parte de las comunidades, frentes de defensa, huelgas generales e invasión de barriadas, que pretendieron que las descendencias, nosotros, no suframos lo que ellas y ellos sí.
Bajo las ganas de aristocracias enfermas e ignorantes –porque no solo era la de Lima, sino también la de Arequipa, Trujillo o Piura-, las mujeres recién pudieron votar con Sánchez Cerro (aunque apenas con Odría accedieron a las presidenciales), los analfabetos con la Asamblea Constituyente de 1979 y las cholas y los cholos alcanzamos masivamente la educación pública formal a partir de la década de 1950.
Todas fueron luchas, sangre, persecuciones, jamás buena voluntad de los que tenían el poder de decisión, jamás un visto bueno de El Comercio –que siempre ha sido progre luego de que ha pasado la marea-, ni tampoco una tregua de los de arriba, quienes al quedarse sin haciendas perdieron por primera vez la capacidad de contar con cholas y cholos baratos al granel. Ya no tenían a quién decirle “quédate en la hacienda trabajando gratis y no dejo que los cachacos te lleven a la leva”: ahora nuestras viejas y abuelas, provistas de un poco de educación básica que una maestra contratada por la comunidad logró proporcionarles, se largaban a la ciudad a cagarla, a reírse en la cara de clases medias que alucinaban vivir en jardines mientras las áreas rurales que las alimentaban morían de inanición.
Como la aristocracia no dará tregua jamás, porque su etapa de negación continúa y creen que aun no pierden a los peones de la hacienda,debemos seguir recordándoles que nos liberamos de sus ganas hace mucho, que ahora la nieta de un ex peón publica papers sobre microbiología y un bisnieto de pongo asesora a tesistas de posgrado de universidades europeas. Que no somos las cholas baratas y los cholos baratos que se postrarán a sus pies a decirles “sí, patroncito, deme trabajo, no nos portaremos mal”, y que aunque no lo crean estamos en camino a estar en igualdad de acceso educativo y laboral respecto a ellos. Y, ¿saben cómo se logra eso?, como lo hicieron nuestras abuelas y abuelos, luchando, gritando, organizándose y escupiéndoles en la cara que ya no somos sus esclavos.
Chibola pulpín, ese Ipad que tienes en las manos, esa pensión universitaria depositada puntualmente, costaron décadas de luchas. No decepciones a la historia, es tu turno de defender los derechos de tu generación y de los que vengan.
Deroguen esa ley.