Quisimos esperar un par de días luego del indulto navideño para escribir la segunda parte de esta Editorial; de tal forma que pudiéramos ver el tema en una perspectiva un poco más amplia. Mientras que los partidarios más fieles de PPK dicen que es potestad del Presidente otorgar indultos (lo cual es verdad), los antifujimoristas argumentan que se traicionó al país entero, debido a que el no-indulto era una promesa de campaña. Es indudable que el indulto es un pacto de impunidad, por el cual Kuczynski gana oxígeno para gobernar hasta 2021 a la vez que un eventual gobierno de Kenji (o incluso Keiko) le permitiría evadir la justicia y huir a su patria, Estados Unidos. Por ello, podemos decir que el cogobierno entre Kuczynski y la familia Fujimori ya es un hecho consumado.
En ese sentido, el sector caviar ha cumplido un rol fundamental en el indulto a Fujimori. Irónicamente, lo hizo capitalizando parcialmente los recursos ideológicos del antifujimorismo. La decisión de los caviares de promover la no-vacancia de PPK en nombre de ‘las instituciones’ y ‘la gobernabilidad’ choca con el cinismo con el cual niegan tener alguna responsabilidad en la liberación de Fujimori. No nos equivoquemos, el indulto es sólo la consecuencia final de una cadena continua de errores (sean deliberados o no) por parte de este sector.
Si luego de ver este twit te declaraste #TeamKenji, no sólo eres imbécil, eres un cínico de mierda.
Como dijimos en nuestro anterior artículo, es hora de marcar la cancha. En los últimos meses nos la hemos pasado machacando a los caviares sin distinguir propiamente qué es el caviarismo o quiénes son los caviares. Con este texto, trataremos de llenar este vacío, para finalmente explicar por qué la alianza con Kenji Fujimori hoy cierra un círculo que se inició en los años 80’s; siendo el Kenjismo la fase superior del caviarismo. Debido a su extensión, hemos reservado esta última parte para después.
¿Qué es un caviar? O mejor dicho, ¿qué hace a uno ‘ser caviar’? ¿Es una definición ideológica o de clase social? ¿Es algo que puede uno ‘elegir’ o está predeterminado por el apellido y las circunstancias sociales? ¿Existen ‘personas’ caviares o es el caviarismo un tipo de actitud frente a la política que puede variar? Elaborar un concepto coherente de ‘caviar’ no es tan fácil; y creemos que bastaría recordar el día en que la defensa judicial del Estado Peruano frente a la CIDH tampoco pudo hacerlo (ver AQUÍ). Se sabe que el origen de la palabra ‘caviar’ viene de la ‘gauche caviar’ francesa (izquierdistas de clase acomodada que formaron parte del gabinete de Mitterrand), aunque nadie recuerda quién la usó por primera vez en el Perú. Nosotros intentaremos esbozar una interpretación aquí, disputando la definición a los discursos hegemónicos existentes: El discurso de la derecha fascista clásica, el de la Alt-Right y el que los caviares elaboran sobre ellos mismos. Los dos primeros son complementarios, mientras que el último es, naturalmente, autorreferencial.
El discurso fascista clásico sobre el caviarismo viene de los últimos años del Fujimorismo y se consolidó alrededor del año 2003, teniendo como guía intelectual a Aldo Mariátegui y como minions a los fachitos de diarios como Correo, Expreso y La Razón, además de blogs como Voz Liberal del Perú, Catarsis & Harakiri, Altavoz, El Montonero, Lampadia, Lucidez, Politico.pe, etc. Este discurso define a los caviares como ‘izquierdistas pitucos que se hicieron ricos a expensas del dinero de ONG derechohumanistas, antimineras y antimilitares’. Bajo esta concepción, los caviares son aquellos a quienes el fujimorismo de los 90 llamaba ‘los cívicos’: familiares y aliados de los terroristas de Sendero Luminoso y el MRTA quienes buscaban liberarlos bajo la bandera de los Derechos Humanos, a la vez que promovían encarcelamiento de mandos militares y el desmantelamiento de nuestras Fuerzas Armadas luego de la caída del régimen fujimorista. Al ser izquierdistas y terrucos, los caviares fueron considerados compañeros de ruta de todo tipo de fuerzas de izquierda ‘enemigas de la inversión extranjera y el desarrollo del Perú’. Para este sector, los caviares son comunistas, terroristas, chavista-bolivarianos, ecologistas, pro-iraníes, estatistas, islamistas y antimineros (todo junto a la vez, sin importar que varios de estos rótulos se contradigan entre sí). Por ello, a diferencia del proteccionismo exterior de los fascismos europeos, la derecha fascista peruana promueve ideas neoliberales/libertarias/’austriacas’ a nivel económico, acusando de ‘rojetes’, ‘terrucos’ y/o ‘caviares’ a todos aquellos quienes propongan algún tipo de intervención del Estado que interfiera con los intereses de grandes corporaciones extranjeras (las PYMES, los informales o el empresariado emergente no les importan).
El segundo discurso es el Alt-Right. Por supuesto, al ser un país que tiene absolutamente todos los defectos de los Estados Unidos y absolutamente ninguna de sus virtudes; el Perú también tiene Alt-Right. Si bien es un movimiento bastante pequeño, nos parece importante mencionarlo debido a que está alineado con un ‘conservadurismo emergente’ nacido a la sombra de movimientos derechistas contemporáneos como el Lepenismo europeo, el Brexit o la elección de Donald Trump en los Estados Unidos.
Síntesis de lo que hay en la cabeza de un Alt-Right
Ambos, los fascistas y los Alt-Right rechazan por igual a los caviares, pero lo hacen por razones distintas. Mientras que la derecha fascista odia a los caviares por considerarlos ‘estatistas’, ‘aliados del terrorismo’ y ‘enemigos de las fuerzas armadas’ quienes operan a través de las ONG de Derechos Humanos; la Alt-Right se enfoca en el rol del caviarismo como promotor de causas feministas y LGTB: Planificación familiar, matrimonio gay, aborto, píldora, etc. Para los Alt-Right, quienes se consideran defensores del ‘orden natural’, los caviares son parte de una gran conspiración que busca la reducción masiva y sistemática de la población humana a través de técnicas de ‘ingeniería social’; siendo la ‘homosexualización’ de la población y la destrucción de la familia tradicional, la puerta de entrada a prácticas aberrantes como la pedofilia y la zoofilia. Esta gran conspiración mundial habría sido orquestada por instituciones ‘globalistas’ como Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Unión Europea, ONG internacionales como Planned Parenthood, así como magnates como David Rockefeller o George Soros. Este sancochado ideológico no es nuevo, y tiene como punto de partida el concepto de ‘Marxismo Cultural’ que propone Agustín Laje en ‘El libro negro de la Nueva Izquierda’. A su vez, Laje le copia este concepto a Milo Yiannopoulos, columnista del portal online estadounidense Breitbart, cuyo fundador, Steve Bannon, fue hasta hace poco el principal asesor en temas de seguridad nacional de Donald Trump. Por supuesto, todo este rollo esto tampoco se le ocurrió a Yiannopoulos, sino que es moneda corriente entre teóricos de la conspiración provenientes del sector derechista/libertariano/doomsday-prepper de la política norteamericana. Para esta gente, el Marxismo Cultural fue una transformación de los movimientos sociales de izquierda que inició en los años 60 y 70, la cual consistió en la innovación de métodos y agendas que no estaban consideradas en la teoría marxista clásica. La lucha contra el racismo, el feminismo, el ecologismo, la agenda LGTB, el animalismo y demás corrientes consideradas como ‘postmodernas’ eran sólo otra vía para parasitar culturalmente al ‘Occidente cristiano, blanco y capitalista’; siempre con el objetivo último de generar las condiciones para el advenimiento de una revolución comunista. Por ello, esta lucha ya no se trataría de un conflicto simplón y determinista entre modelos económicos, sino de una auténtica ‘cruzada’ por la preservación de nuestros ‘valores civilizatorios’; en la que los caviares son el enemigo histórico a vencer.
El tercer discurso es autorreferencial, y se remite al concepto que los caviares manejan sobre sí mismos. En su famoso artículo ‘¿Qué es ser caviar?’ (el único buen intento de sistematización del concepto, ver AQUÍ), el filósofo Pablo Quintanilla afirma correctamente que ha sido la ultraderecha, y no la izquierda, quien ha monopolizado el uso del concepto. Quintanilla define al caviar como una persona ‘de clase acomodada’ que simpatiza con ideas ‘de izquierda’, está comprometida con el país y apuesta por la institucionalidad democrática y el respeto irrestricto a los derechos humanos. Este compromiso permanente e inamovible les habría generado el odio de los sectores retardatarios del país, es decir, de la derecha fascista, el fujimorismo y los montesinistas en la Policía y las Fuerzas Armadas; con lo que la palabra ‘caviar’ habría sido creada para desacreditarlos y presentarlos como ‘comechados’ y ‘traficantes’ que viven de los jugosos sueldos que ofrece la cooperación internacional.
Reunión promedio de caviares. Siendo amigos lindos y queriéndose mucho.
Al ser autorreferencial, no hay mucho que podamos decir sobre este discurso, excepto la forma en cómo juegan con el término. Efectivamente, si bien de un lado los caviares no niegan su existencia, del otro lado niegan ser parte del club, como diciendo: ‘todos mis amigos son caviares, pero yo no, por si acaso’ (ver AQUÍ, AQUÍ).
Habiendo sintetizado y presentado las tres concepciones hegemónicas sobre el caviarismo, notaremos que cada una tiene algunos puntos válidos que pueden rescatarse; sin embargo sus vacíos de concepto y definición siguen siendo mayores y no aportan nada al debate. En la última parte de esta Editorial de fin de año, elaboraremos un concepto de ‘caviar’ que nos ayude a interpretar el rol que los caviares han cumplido en nuestra Historia Contemporánea en general, y el indulto a Fujimori en particular. Este concepto estará basado en tres premisas:
Los caviares no son de izquierda.
Los caviares son neoliberales.
Los caviares ya no pertenecen a una clase social en particular.
Estas tres premisas, generarán el siguiente corolario:
“El Kenjismo es la fase superior del caviarismo”.