Turismo en Perú: Lo peor que le pudo pasar

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Turismo en el Perú

Lo peor que le pudo pasar al turismo en el Perú

Cuando uno piensa en “turismo en Perú“, inmediatamente saltan a la mente imágenes de Machu Picchu, la Amazonía, las misteriosas Líneas de Nazca u otros lugares turísticos en Perú que han desconcertado a más de un 100tifico.

Sin embargo hay un fenómeno que ni siquiera los incas podrían haber previsto, algo tan devastador que amenaza con arrasar con todos esos paisajes: los turistas peruanos.

Sí, esos mismos compatriotas que, en su día a día, se quejan del tráfico y de la política, pero que cuando deciden explorar su propio país, se transforman en una especie de plaga moderna. ¿Quién lo hubiera imaginado? :V

Hoy vamos a desmenuzar cómo los turistas peruanos han logrado convertir un paraíso turístico en una fuente inagotable de anécdotas dignas de una telenovela de las más malucas que maní crudo.

El síndrome del “Yo soy local”: Porque todos somos VIP

Ah, el turista peruano. Esa criatura que, al salir de su residencial o cono y adentrarse en su propio país, de inmediato se siente con derecho a todo. Olvídate del “¡Perdón!” o el “¡Por favor!” porque el síndrome del “Yo soy local” lo ha infectado con la creencia de que el mundo le pertenece.

¿Quién necesita reglas cuando eres un “VIP local”? Descuentos, por supuesto, porque “¡cómo no me van a dar precio de local!” Si pudiera, el turista peruano exigiría que lo carguen en andas hasta Machu Picchu, alegando que sus ancestros construyeron el lugar.

Y, ¿qué es eso de seguir las normas? Eso es para los extranjeros que no entienden “la mística del lugar”. Si hay un letrero que dice “No tocar”, el turista peruano lo ve como un desafío personal.

¿Escalar una piedra prohibida? Claro, porque “uno es de acá, pues”. Mientras tanto, los verdaderos turistas, aquellos que han viajado miles de kilómetros para respetar y aprender, quedan boquiabiertos viendo cómo este ser invencible se adueña del show.

Si la historia la escriben los que ganan, entonces los turistas peruanos ya tienen un capítulo entero en los anales del turismo peruano.

La obsesión con la comida: Porque nadie cocina como mamá

Si algo define al turista peruano es su pasión inquebrantable por la comida. Pero no cualquier comida, claro está, sino la que le recuerda a la de mamá, porque, al parecer, la gastronomía peruana reconocida mundialmente no le basta.

No señor, el turista peruano está dispuesto a hacer a hacer una denuncia desde INDECOPI hasta EL CORTE DE LA HAYA si no encuentra un menú turístico que sea barato, grande y con el ají exactamente como lo preparaba su abuela.

Es que el turista peruano no entiende por qué un ceviche en un restaurante en Lima cuesta más que el que venden en su mercado local.

¿Cómo es posible que en Cusco no le sirvan un buen arroz con pollo? “¡Qué vergüenza!”, exclaman, mientras toman nota mental para arruinar la reputación del lugar en las redes sociales.

Y si el plato no es lo suficientemente grande como para alimentar a una familia entera, entonces “¡esto es un robo!”.

En su cabeza, los restaurantes peruanos deberían ofrecer banquetes por el precio de un combo de un Mostrito de la tía veneno a las 2am.

¿Desayuno buffet? Ellos vinieron a comer como reyes, y no se irán hasta que servirse por lo menos tres veces y llenar algún tupper improvisado y tener algo que meterse a la boca el resto del día.

El arte del regateo: Porque todo debe ser gratis o casi

Hablar de “turismo en Perú” sin mencionar el regateo del turista peruano es como hablar del ceviche sin limón: simplemente no se puede.

El regateo es casi una danza, una sinfonía que, lamentablemente, ningún vendedor disfruta escuchar.

Da igual si el precio ya ha sido reducido específicamente para los locales. Eso no importa porque el turista peruano siente que debe regatear como si su vida dependiera de ello.

Si el guía les ofrece un tour por Machu Picchu o un tour a la montaña 7 colores, el turista peruano intenta convencerlo de que lo haga gratis, porque “somos de acá, paisano”. ¡Por último nos colamos a otro grupo que si pagó y tenemos explicación gratis! ¿Quién no vio o escuchó esa anécdota?

Cuando no logran obtener ese descuento soñado, activan su segunda arma secreta: la queja perpetua. Nada es lo suficientemente bueno, todo está mal, y por supuesto, siempre pedirán el libro de reclamaciones aunque no haya tomado el servicio.

¿El tráfico en Lima? Es responsabilidad del guía.
¿La lluvia en la selva? Culpa del hotel.
¿Las nubes que tapan las montañas? ¡Que alguien las quite de inmediato!

Sus quejas llenan las redes sociales, dejando claro que el “turismo en Perú” podría ser la octava maravilla del mundo si tan solo todos hicieran lo que ellos dicen.

La foto perfecta: Porque si no es Instagrammable, no cuenta

No hay nada más importante para el turista peruano que lograr la foto perfecta. Porque si no lo puedes publicar en Instagram con el hashtag #YoEnMachuPicchu, ¿realmente estuviste ahí?

Pero conseguir esa foto no es tan simple, requiere planificación, estrategia, y un descaro monumental. ¿Qué importan las señales de peligro o las áreas restringidas? Todo sea por el “like”.

Es común ver al turista peruano trepando donde no debe, interrumpiendo a otros turistas o exigiendo que el guía repita la explicación hasta que el ángulo de la foto sea perfecto.

Si fuera necesario, harían que todos en la Plaza de Armas de Cusco se muevan para que la luz les dé de la manera correcta.

¿Seguridad? ¡Por favor! Ese concepto es irrelevante cuando la foto promete ser la envidia de sus seguidores.

Y si de casualidad caen de una altura considerable o se meten en problemas por estar donde no deben, el problema siempre será del guía o del guardaparque que no les advirtió lo suficiente.

turismo en Perú

El desafío de los desafíos para el turismo en Perú

El “turismo en Perú” enfrenta un reto sin precedentes: manejar a los turistas peruanos.

Estas adorables criaturas, con su amor incondicional por el regateo, su habilidad para quejarse y su insaciable apetito por la foto perfecta, son una prueba constante de paciencia para la industria.

Sin embargo, quizás, solo quizás, haya una esperanza. Si se logra canalizar esa energía caótica, educarlos en las maravillas de su propio país, y ofrecerles experiencias que no puedan destruir en el proceso, tal vez, el turista peruano se convierta en un aliado valioso para el turismo nacional.

En resumen, los turistas peruanos son como el ají más picante: intensos, impredecibles y capaces de causar estragos anales si no se manejan con cuidado.

Pero al igual que ese ají, también son parte del sabor único de Perú. Y adaptarse a ellos, con todo y su caos, podría ser el próximo gran desafío para los operadores turísticos que buscan no solo sobrevivir, sino también prosperar en el “turismo en Perú“.

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