(Fuentes BITCH, I’M BACK) ¡INSÓLITO! El elfo chotano contraataca y harto de no ver resultados tangibles en su maratónica y opulenta campaña presidencial, ha decidido rescindirle el contrato al publicherrista multiusos de Favre.
Y es que tras enterarse de que las malas artes del trotskista brasileño solo han surtido efecto en la UCV -porque hasta el rector ha renunciado-, tras leer la historia del niño Humberto Grive que le pidió a su padre que le compre peces que respiren por los pulmones, don Chechi cayó en la cuenta de que, si lo que ha usado en toda su campaña es lo que gana en dos meses, ¿por qué no comprar directamente a la ONPE?
De ese modo envió a dos operadores políticos a las oficinas centrales, y tras verificar qué funcionarios aun no habían recibido un Honoris Causa, los invitó a aceptar uno de esos cartones, becas hasta la cuarta generación cosanguínea y un video donde muestra lo pobre que fue y lo abusivo que alguien que se para al lado de una vaca en el campo también puede ser tan abusivo como un Roque Benavides.
Pero Acuña quedó estupefacto al enterarse de que la ONPE no estaba a la venta. Incrédulo, fue personalmente a Registros Públicos para pedir los papeles de esta entidad, pero vanos fueron los esfuerzos para que este entienda que un organismo público no está a la venta, y que el ente electoral no puede ser privatizado ni puesto en mano de privados, en ningún lugar del planeta. Agitado, porque descubrió que había algo que su dinero no podía comprar, ha decidido empezar a comprar poco a poco todos los terrenos eriazos que hay en el Perú hasta que no haya más que elegir entre ser ciudadanos peruanos o alumnos de la Vallejo, con César Acuña, su majestad.
Al cierre de esta edición, se supo que el buró político de Alianza Para el Progreso se habían comunicado con Favre para pedirle disculpas y, de paso, preguntarle que a cuánto podría Acuña comprar un psiquiatra. Se supo que el brasileño intentó por media hora de convencer de que las personas ya no se pueden comprar, que la trata de esclavos terminó en Brasil hace un siglo, pero este solo se limitó a repetir “Osea que mi plata no vale” hasta perder la conciencia.