Querido Uncle Vladi, ya he recurrido a todos los amigos y estoy a punto de sucumbir ante la desesperación. No sé en qué momento me llegué a involucrar así y lo peor es que luego de lo que pudo ser una desilusión ante la mentira, no estoy del toda segura de querer sacarlo de mi vida.
Soy una chica fanática de las peleas en el octágono, y aunque ya no practico mi muay thai ni el jiu jitsu por falta de tiempo; siempre me doy mis escapadas a los points para ver la competición UFC en pantalla gigante con la gentita. No creo ser pituca, solamente gusto de esos lugares en los que nos reunimos los fanáticos, como El Sargento, tomando mis chelitas Stella Artois acompañadas de unas botanas en salsa BBQ como piqueo. Nada sofisticado, ¿manyas? O sea, como la gente normal. Bueno, todo ocurrió así de repente cuando le hice caso a mi amiga Mapi y me bajé el Tinder en el iPhone 6. Nada fuera de lo común, en medio de esos eventos, me querían gilear los vírgenes que se las pegaban de rudos y machazos pero viven con sus viejas teniendo más de treinta años. O sea, Next!
Whatever. De pronto entre invitaciones y acosos, llegó a mí el perfil de un chico que parecía interesante. No era como el resto, me trataba con dulzura y en su foto de perfil aunque no figuraba un fornido joven blanquiñoso y de cabello castaño ensortijado, como me gustan, tenía su barbita y gafas oscuras que contrastaban con su bella piel canela. Se hacía llamar Joseph Charlie Di Ortiz y según lo que conversamos a lo largo de los días por el chat, decía vivir en Chacarilla. Todo pintaba muy bien, me dejé seducir pero sin duda lo que más me atrajo fue su interés por convertirse en un peleador profesional de la UFC. Me hablaba de las malteadas y batidos que tomaba, conocía y parecía no florearme. Además me dijo que tenía su propio carro. Yo ilusionada porque para mí era el hombre perfecto. Comía y dormía Joseph Charlie.
Sin embargo, todo cambió de momento. Un día de aquellos en los que decidí mezclarme con el pueblo, fui a Polvos Azules a comprar mis videos de la UFC Torneo femenino internacional. La sorpresa fue dura e inesperada. ¡Me dejó en shock! Dear Uncle Vladi, mi “Joseph Charlie Di Ortiz” se llamaba en realidad José Carlos Ortega y no era otra cosa que un peleador de Takanakuy. Rebusqué y ahondé en cada video, en todas aparecía como José Carlos “Cholo Musuq de Chumbivilcas”. Pregunté a los vendedores y no sólo me decían que era el Rompequijada de Los Andes, terror de cuanto cobrizo existiera, sino que si gustaba podía apostar por él, que la próxima fecha se iba a regalar dos carneros a quien le atinara al resultado. Horror.
Mi corazón se quebró, fui al Sargento y él ya no estaba. Averigüé y me dijeron que sí lo manyaban, que sí tenía su carro, pero sanguchero. Hoy me llegó un mensaje suyo, él no sabe que lo descubrí pero a pesar del engaño, siento que lo quiero aunque no viva en Chacarilla sino en el Óvalo Naranjal frente a Purina. ¡¿Qué hago Tío?! CONSEJO DEL TÍO VLADI
montesinosDarling Tati, es una pena recibir esas noticias. Aquellas que desgarran el alma fruto del desengaño. Lamento que tu corazón sufra tanto, debes estar preparada para más mentiras. Es probable que todo sea más falso aún, que no sea deportista y tome sus batidos proteicos, sino que a las justas y empuje su carreta en Fiori para vender su pan con quinua. Sin embargo, debes pensar con calma y buscarle provecho si es que quieres una vida al lado de su serrano corazón. Piensa en que si es tan bueno como se rumorea, puedes lucrar con su chancado cacharro. Al final, feo ya parece ser. Firmeza ante la adversidad y date tu lugar. Besos.