“La segunda vuelta a veces despierta muertos y nos convierte a los peruanos en sus alimentos”, reflexionaba Steven Mulder mientras leía parsimoniosamente la columna de El Búho y se corría la paja frenéticamente observando con mirada etnográfica a La Malcriada. “¡STEVEN! ¡STEVEN!, ¡¿DÓNDE CHUCHA ESTÁS, PAJERO DE MIERDA?!”, gritaba Dana Scully Miró Quesada por los pasillos del Federal Choleau of Investigations (FCHI). Había llegado un nuevo caso a las oficinas y era urgente que los más mejores agentes se hagan cargo. Dana después de quitarle a la fuerza el diario, llevo de las patillas a Steven a la oficina del más más del FCHI.
– Dana, Steven… ¡Oe Steven deja de ver a la puta Malcriada y mírame! – gritó el Jefe del FCHI Mamerto Mamey. Ya, basuras, escuchen – reflexionaba Don Mamerto, ex Guardia Republicana, ex Sinchi, ex doble de Rambo y ahora jefe de estos dos cojudos – tenemos un caso donde necesitamos de los mejores agentes… lamentablemente todos están intoxicados después de comer unas galletas regaladas por Keiko. Solo nos quedan ustedes así que los voy a mandar a la Plaza San Martín y al Parque Kennedy espacios donde se ha presentado esta rara anomalía.
– Puta, ¿qué es Mamerto?, preguntó Scully
– En el sobre está toda la info – le tiró un sobre de manila en la cara de Steven –. Me jalo, basuras. Me voy a comer un sanguchón en El Cordano y a meterme unos tiritos con Chicho M. Suerte, cojudos.
Dana y Steven inmediatamente leyeron lo que contenía el sobre: “Se ha reportado la presencia de un ánima que deambula por las calles del Centro de Lima durante el día. Tiene carné del Frente Amplio. Reparte volantes donde se indica un claro apoyo al comunismo, estatismo, socialismo, homosexualismo, chavismo, animalismo y veganismo. El sujeto es un barbón desaseado. Viste un chullo rojo, un poncho verde, tiene zampoñas colgando de su cuello, chaquiras adornan sus muñecas, calza ojotas, tiene pantalones holgados de esos que usan los hippies fumones y va cantando canciones horribles de Jorge Millones y Silvio Rodríguez. Asimismo grita consignas donde alienta a no trabajar 8 horas porque trabajar 4 horas es la voz ya que es un vago de mierda. El sujeto es peligroso porque contamina los espacios públicos donde deja caca simbólica, sangre ficticia y orina de gatos. Repito: es peligroso porque es performer y no sabe trabajar”
“Ay, carijo, esta huevada ya la he visto antes”, dijo Steven. “Cuando era estudiante de Antropología en San Marcos estos sujetos se reunían alrededor de la huaca para tirar y lanzar mientras cantaban La Internacional. Se dedicaban a decirle a todo el mundo lo moralmente superiores que eran por no bañarse y tener su grupo de música latinoamericana o de cumbia sanjuanera”. Intrigados fueron en el vehículo más rápido del FCHI: un tico amarillo con lunas polarizadas. Atravesaron todas las calles hasta llegar a la Plaza San Martín donde encontraron al ánima. Eran las cinco de la tarde. Estaba durmiendo en los pastos de la plaza, abrazaba una pancarta donde declaraba haber besado hombres. Dana se acercó y le tomó un par de fotos. “¡QUEEEEEEEEE! ¡¿Por qué me tomas fotos?! Quizás eres un agente de la DINI, de la CIA, del Ku Klux Khan, del FBI, de la KGB, de la GESTAPO… ¡me estás persiguiendo! ¡SOY UN PERSEGUIDO POLÍTICO! ¡NO QUIERES QUE EXPRESE MIS IDEAS! ¡USTEDES SABEN QUE SOY PELIGROSO PORQUE SOY UN LÍDER SOCIAL QUE REPRESENTA Y VISIBILIZA LAS LUCHAS DEL PUEBLO!”, gritó desesperadamente el ánima mientras hacía bulla con un tambor artesanal y posteaba en su Iphone6 que lo perseguían.
“Oe, loquito, nada que ver, chuls. Relaja, mierda. Hemos venido acá para saber qué chucha haces acá. Eres un ser fantasmal y nosotros somos expertos en fantasmas pe’. Así que colabora, carajo o te mando a trabajar”, amenazó Steven mientras le apuntaba con un despertador y una botella de champú. “¡TRANQUILO, STEVEN! ¡NO LE HAGAS DAÑO! ¡TENEMOS QUE LLEVARLO A LAS OFICINAS! Ya, loquito, tranquilo, tranquilo, le dijo al ánima mientras le daba play a una canción de Silvio Rodríguez para tranquilizar al fantasma.
Empezó a anochecer. De repente… el ánima se transformó. La tupida barba desapareció y emergió una cara aseada, límpida donde una barbilla enorme reflejaba la luz de los postes. El chullo rojo se esfumó y cabellos castaños lo reemplazaron, el poncho verde se convirtió en una camisa Givenchy, los pantalones holgados se ajustaron hasta ser un pantalón pitillo, las ojotas ahora eran zapatos Calimod. La chaquira de huayruros se convirtió en un Rolex, dejó de cantar las horribles canciones de Jorge Millones para tararear las canciones del último álbum de Coldplay. “PPK es la voz, alucina. Hay que ser responsables y votar por un técnico con experiencia global. Es la mejor opción porque tiene una buena educación y experiencia en el estado. Él sí lo conoce por dentro. Va a convertirnos en un país del primer mundo y puede derrotar a Keiko. Pucha, alucina, manyas, nada o sea, puta. Solo los pobladores de los andes que no tienen oxígeno en el cerebro votarían por la china. Meche es la mejor técnico porque, puta, lo es, o sea, nada manyas, o sea”. Apenas terminó de decir eso, el ánima saltó del tico y se dirigió volando hacia el Parque Kennedy. Dana y Steven se quedaron estupefactos. “¡Concha su madre! Ese huevón se parece a mi hermano, puta madre. ¡Rápido, Steven! Toma toda la Vía Expresa que lo chapamos a ese huevón rápido que me quiero ir a Pharmax”, gritó eufórica Dana.
El ánima del PPKausa volaba sin rumbo aparente, se comió las alas de algunos gallinazos, tragó el smog y la mierda de la ciudad, el aire frío de Lima le congeló el cerebro, sus ojos estallaron mientras observaba que Lima no era una ciudad verde, sino marrón como la tierra donde se depositan los asentamientos humanos además de ser el color característico de sus pobladores. “¡Vivimos rodeados de pobladores!”, gritó horrorizado el PPKausa. Un gallinazo se posó violentamente sobre sus cabellos castaños y le arrancó un pedazo de su cabellera y le cercenó la lengua. Nervios, carne y sangre salpicaron por toda la ciudad. Cayó, cayó y cayó hasta desplomarse bruscamente sobre un toldo de caldo de gallina. Allí el tío que preparaba el caldo al verlo moribundo lo remató a patadas. Lo descuartizó y vendió sus carnes como presas suculentas. Ahí quedó el ánima del PPKausa. Steven y Dana llegaron tarde. Dana lloró. “Era mi hermano, concha su madre. ¿Ahora qué le diré a mi vieja?”, gemía Dana. “Chucha, al menos hará un buen caldo ese huevón. ¡A nada! Deme dos caldos pa’ llevar”, le consoló Steven.
Regresaron a las oficinas del FCHI con dos bolsas de caldo. Mamerto Mamey los recibió en el lobby. Él mismo se encargó de depositar los restos del Verolover y PPKausa en un almacén donde se podrían las evidencias. Cerró la puerta y empezó a devorar las dos bolsas. “Al menos es un buen caldo, concha su madre”, pensó mientras se comía los ojos del ánima. “Los peruanos ahora nos comíamos a los muertos”