Crónica de un postulante a San Marcos, que no la hace ni con garrocha

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Estimado tío Vladi, tengo 23 años y los últimos cinco años de mi vida me la he pasado postulando a San Marcos. En mi haber hay tres pre ordinarias, un ciclo extraordinaro, cinco veranitos, cuatro intensivos, nueve repasos y mi ponderado no pasa de 900, aunque los simulacros me ponían entre los cuatro mejores de mi carrera.

En casa, mis viejitos creen que ya estoy estudiando en San Marcos, ya que mi última pre la hice en la Facultad de Sociales. Digamos, tío Vladi, ha sido lo más sanmarquino que me he sentido hasta ahora… Mi hermano mayor, que acaba de egresar de Ingeniería Industrial, luego de casi diez años, me ha regalado una garrocha, “para ver si ahora sí ingresas”, ¿será hijoputa?

Salí del cole con honores, sí, entre los primeros puestos, muchos de mis profesores ya me hacían sanmarquino debido a que la rompía en las actuaciones, en los concursos de matemática y ajedrez; presagiaban en mí un futuro prometedor, el cual, obviamente, yo me creí. ¡Supe ahí, puta madre, que no ingresa el más inteligente sino el que mejor se prepara!

Pero la vida es dura, tío Vladi, el único futuro prometedor que he visto en los últimos años es el de mi tutor del círculo de estudios para el cual me inscribí y que tras cada examen de admisión me dice “¿otra vez por acá?”.

Me conozco a todos los profesores de las academias. En las olimpiadas de Pamer incluso inventaron un juego en honor a mí, llamado “Quintanilla no la hace”, que consistía básicamente en que si no respondías bien cinco preguntas seguidas de historia universal, todos los estudiantes te gritaban “¡Quintanilla, Quintanilla, no la hace!” (bis).

Por Aduni he pasado más veces que todos los metropolitanos de las rutas “A” y “B” en la estación España, ¿puede creer, Doc, que hay un salón que lleva mi nombre?. En Pitágoras no he podido matricularme debido a que no está permitido la trica del postulante, y entre otras cosas, porque ya estoy en la lista negra “de los que nunca tendrán su foto en el periódico mural de los ingresantes”.

Cada vez que voy a los exámenes de admisión los vigilantes me saludan como si fueran mis patas, incluso una vez llegué pasadas las 10:00 am, y grata fue mi sorpresa al encontrar que a las filas de varones y mujeres se le había agregado otra fila: la de Quintanilla, Víctor.

Tengo tantas colecciones de los cuadernillos de la pre San Marcos que estoy pensando en seriamente volverme reciclador. Con toda la plata que mis viejos y abuelos han gastado en mi preparación fácil ya habría hecho una carrera en alguna universidad privada, pero no, carajo, yo quiero San Marcos…

Tío, Vladi, incluso las memotecnias que aprendí en Trilce me han abierto un juicio por alimentos; Faber Castell ha lanzado este año una edición limitada de lápiz 2B en honor a mi historia…

Ya nadie cree en mí, y estoy seriamente pensando en si debería o no aceptar la beca de la UCV que me gané cuando salí del cole ¿Qué hago? ¡Ayúdeme, plis!

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