(Redactor esclavo NN, 28 años, San Juan de Lurigancho) Tio Vladi, soy comunicador de profesión, pero idiota por vocación. Mis hermanos estudian carreras “útiles a la sociedad” como Ingeniería, Medicina y Cosmetología; estas carreras dicen ser de provecho para la humanidad, pero yo me rehúso a creerlo. ¿Por qué he llegado a tan brillante conclusión? Bueno, es que mis artículos sobre “Los 10 mejores videos de gatitos” o los célebres recuentos sobre los amoríos de los pollos inflados de “Esto es Guerra” o “Combate” son todo un éxito en la web. Tanto así que mis jefecitos * se escuchan latigazos * han anunciando la creación de la Hunidad de Imbestigazhión (HDI), unidad que tiene el objetivo de desentrañar los misterios de la dieta de Mayimbú, el secreto de las semillas del ermitaño o el porqué Verónika Mendoza no cocina si es mujer. Obviamente la HDI opacará a Spotlight, ¡fi que fi!
Mi vida profesional me hace sentir en las nubes, Tio Vladi; no obstante, no solo se vive de memes. Sueño que algún día me paguen un sueldo decente con el cual pueda comprar mi espuma Zebra, tomar con mi trampita unos vinitos Gato Negro o disfrutar unas vacaciones de lujo con mi novia en Huancayo. Yo no aspiro a más. Siento que esta es mi verdadera vocación. Se lo juro, Tio Vladi. Siento que el día pasa volando mientras analizo la coyuntura nacional con mi Wikipedia, la columna de Carlos Meléndez y la página de sinónimos y antónimos de WordReference… ¡pero no! ¡YA ME CANSÉ!
Resulta que la empresa ya no me deposita mi sueldo usual. Ahora mis jefes * se escuchan latigazos *, bajo la excusa del estancamiento de las agroexportaciones, el retiro de una tal Tía María de Arequipa (¿quién chucha será?) y que Angie no quiere volver con Nicola, han decidido en un acto de arbitrariedad pagarme con vales de descuentos en Plaza Vea. ¡NO, PUES! No me he quemado las pestañas para recibir descuentos solo allí. Mínimo en Wong o en Vivanda. ¡Mis recuentos de los mejores kamehameha de Gokú valen mucho más, Tio Vladi! Solo para terminar, le cuento que canjeando mis vales de pago, me encontré en la caja con Raúl Vargas, quien llevaba sus pañales TENA. “Ojalá la caca se te desborde y al resbalarte te rajes el orto hasta la nuca”, pensé. “Hola señor Vargas, ¿cómo está? Un gusto. Nos vemos”. Le di la mano a ese viejo jeropa después de empaquetar sus compras. ¡Ya no soporto más esta situación! Aconséjeme, plisito.