(Fuentes Improbables) ¡Para no creerlo! En un caso rarísimo que dará vuelta al universo entero, un hombre de mediana edad que caminaba por las calles de su barrio le silbó y lanzó unos “piropos” a una joven mujer que pasaba por su costado y ésta le hizo caso.
Al menos así lo señala Primitivo Arriola Pingo, protagonista de esta inusual historia. Según contó, el extraño acontecimiento sucedió en horas de la mañana, cuando salió a comprar unas cosas para su familia vestido con un polo de gaseosa Inca Kola, short del Torino de Talara, medias azules y sandalias. “Había termino de comprar y de comer esa empanada de pollo que vende el chino que –en realidad- solo está llena de pura cebolla. Lo mejor para refrescar el aliento. Al salir, vi una jebita biennnn pretadita que estaba corriendo con una ropa ceñida y que tenía un señor poto. Claramente se vestía así para que la vieran y para provocar. Cuando pasó por mi lado no perdí la oportunidad de voltear, mirarle el kekazo que se manejaba, silbarle y decirle mi clásico piropo de “mamacita rica, te meto más huevo que al arroz chaufa”. Pensando que ya no la vería, la jermita me pasó la voz segundos después. Obviamente quería algo conmigo. Al verla solo atiné a decirle “Amiga, ¿te acompaño en tus ejercicios?” A lo que ella solo respondió con una picarona sonrisa para luego, viendo que estaba ocupado, seguir con sus cosas aunque esperando encontrarme nuevamente otro día. Yo estoy preparado. Por si acaso siempre llevo mis condones Piel con espuelas. Ya era hora que mis piropos y silbidos funcionaran”, señalo Primitivo con una gran satisfacción.
Tratando de confirmar lo sucedido, indagamos con los vecinos la cuadra. Ellos nos señalaron que, si bien la señorita se acercó, fue porque vio que a Primitivo se le había caído una toalla higiénica (probablemente para su esposa) de la bolsa de las compras y se la quería alcanzar. Al ver las reales intenciones del hombre, y sin haber escuchado los improperios que éste le dijo porque estaba con los audífonos, la joven solo esbozó una sonrisa de asco que le permitió escapar rápidamente y seguir haciendo ejercicios. Por su parte, Primitivo aun piensa que se acercó porque “quería algo” y va todos los días a la misma hora a la tienda para ver si puede repetir el “acercamiento”. Hasta el momento, el único agradecido es el dueño de la bodega ya que siempre tiene a alguien que le compra sus empanadas de mierda.